He leído algunas biografías de Santos, por curiosidad, por épocas de creencias religiosas, o porque me encanta leer. Estas personas existieron de verdad, no son sólo imágenes de madera que colocan en las iglesias, fueron personas de carne y hueso, como tú. Sus biografías al contrario de lo que se pueda pensar, son muy entretenidas, te hacen comprender que el sentimiento que tenían en su interior, les empujaba a esas vidas de oración y misterio, a veces alejados del mundo, otras envueltos en la marisma de su época, para ayudar a los más necesitados. Tenían miedos, y tenían Fe, pero ante todo, una fuerza interna sobrenatural.
Entre esos santos, me encontré con uno que tiene muchas anécdotas divertidas, un santo con buen humor, con muchas horas de trabajo e ilusión. Era el Padre Pío de Pietrelcina, venerado hoy en día, que falleció en 1968. De los más cercanos a nuestro tiempo. Pío, cuando era pequeño, hablaba con la virgen, dirás tú ¡anda ya! y él, como más tarde explicó, te contestaría algo así como: "yo pensaba que todos lo niños lo hacían. A mí se me aparecía, yo la llamaba la señora. Cuando estaba jugando por el campo, me venía a ver, y charlábamos".
Como no te voy a contar su vida, se hizo mayor y se hizo monje y bla bla bla, voy a relatar un par de anécdotas divertidas que me dan el título de este post.
El padre Pío confesaba a mucha gente muchas horas al día, incansable, a veces terminaba tarde y extenuado. Un día una señora que había quedado con él, estaba compungida en su casa, corre para aquí, corre para allá. Ya intuía que iba a llegar tarde. Apurada, se dijo a sí misma, "ángel de la guarda, dile al padre Pío que llego tarde". Y toda sofocada, salió corriendo para encontrarse con él. Llegó y pidió perdón. Pío le dijo entonces: "Pero mujer, porqué te disculpas ¿no le dijiste a tu ángel de la guarda que me avisara? ya me explicó que te retrasarías. La señora se quedó a cuadros. Normal.
Otra anécdota tiene que ver con un calvario que sufrió desde bien joven a lo largo de toda su vida. Tuvo en sus manos y pies, los estigmas de los clavos de Cristo. Siempre del mismo tamaño. Llevaba siempre unos mutones en las manos, que se ven en la mayoría de sus retratos, para evitar las miradas y las fotos. Fue para él un castigo la cantidad de veces que le enviaban a médicos para comprobar si podía infringirselos él mismo, y un día que ya estaba muy harto, un doctor le dijo: "esto se debe a que es usted tan religioso y tan creyente, que somatiza el dolor de Jesús y por eso tiene los agujeros de los clavos". El pobre buscaba una explicación y no la encontraba, y probablemente es la respuesta que necesitaba para sentirse bien ante algo no científico. El padre Pío, le miró con desgana y su contestación fue: "Piense usted en un búfalo, y comprobamos si le salen cuernos".
Hay anécdotas de este santo con mucha sorna, a montones. No sólo destacaba por su religiosidad y sus milagros, también por su buen humor. Fue un santo divertido, que ayudó mucho a las personas, que hacía milagros como quien hace churros. También gracias a él se construyo en San Giovanni Rotondo, su pueblo, un santuario al lado de Santa María de las Gracias, donde está enterrado. Y un hospital, La Casa Sollievo Della Sofferenza.
Yolanda Del ©